4/2


"No hay norma moral lo suficientemente fuerte para hacer caer la pirámide".

Eso dijo 505 el día en que intenté abrir el maletero. A pesar de que me lo había advertido, de que era la única norma inquebrantable del contrato que me unía a ella, a pesar de que sabía que no quería saber nada. A pesar de todo lo que quería retenerme, mi mano se movió sola hasta la cerradura. Ella acababa de entrar en el edificio. Me dijo que no saliera del coche.

Ojalá le hubiese hecho caso.

—No eres diferente a ellos, Paul - murmuró, su voz un haz que me alcanzó como un cuchillo, casi de forma tan peligrosa como el cañón metálico que presionaba la piel de mi barbilla.

Había sido demasiado rápida, en dos movimientos ya había golpeado mi espalda la chapa grisácea de su coche y traído hasta mi rostro la pistola que siempre llevaba en el cinturón. No lo había visto venir. Aunque, de haber sido así, tampoco podría haberlo evitado. La impasibilidad de sus ojos me lo dijo. No era la primera vez que lo hacía y no sería la última.

No supe qué decir.

A pesar de su tranquila mirada, sus labios se cerraban tensos hasta que volvió a hablar. No entendía por qué el tono de su voz me hacía temblar. Entonces todavía no lo entendía.

—¿No te has preguntado nunca por qué tu casa sigue en pie, P? ¿O por qué sigues entrando y saliendo de la universidad como si vivieses en el siglo veintiuno? En esta ciudad hay árboles todavía, pero la rodean kilómetros de ruinas, de desierto. ¿Cuántos cadáveres has apartado de tu camino sin comprobar si seguían calientes?

Un nudo se había enredado en mi garganta, haciendo difícil hasta respirar.

—Hay cosas ahí fuera que vosotros no necesitáis saber.

El sonido del seguro de su arma tensó todavía más mi cuerpo, obligándome a cerrar los ojos. Solamente pude abrirlos cuando la presión que su mano ejercía sobre mi pecho desapareció y su cuerpo se separó del mío. Ni siquiera me había dado cuenta de cuando había quitado el seguro, pero no quería pensarlo, no quería saber que me había estado apuntando con un arma lista para disparar en cualquier momento.

Podría haber muerto por mi arrogancia.

Y ella estaba allí, a dos metros de mí, respirando el frío aire invernal que nos rodeaba y expulsando lentas bocanadas de vapor, con la mirada perdida demasiado cerca, pero demasiado lejos de mi alcance.

Había caído en el lugar equivocado.

1 comentario:

  1. Si es que, hay quien no se conforma con lo que tiene y quiere saber demasiado, JÁ! xD :D En el maletero no hay un cadáver, a que no? Sería taaaan previsible... es más, molaría que no hubiera nada y solo dijera para probar si podía aguantar sin meter las narices en ello xD :O Pero bueno, que está interesante la cosa! Por cierto, pones impasividad, pero yo creo que sería impasibilidad, aunque no sé, como tengo tendencia a inventarme palabras... -.-
    Que siga la cosa! :)

    ResponderEliminar